jueves, octubre 12, 2006

 

Slither: babosas, babas y una refrescante Tab


A una velocidad realmente pasmosa se trasladaban las imágenes de una curiosa película llamada Slither (James Gunn, 2006) de la revista Fangoria a nuestras carteleras. El aspecto general no dejaba dudas de la herencia del cine de los ochenta, donde la deformidad y las babas eran las reinas absolutas, herederas de del extremismo al que se había llegado tras los sesenta. El cine de monstruos (y monstruosidades), donde el amor por un excelente maquillaje era una característica ineludible, volvía a mostrarse ante mis ojos. Pero aún no era consciente de las maravillas que podía deparar esta película. Concebida desde el minuto uno como un auténtico guiño al cine de los ochenta, podemos hablar de Slither como de un guiño a un guiño, de una fórmula tremendamente posmoderna, donde el original se pierde entre capas y capas de reinvenciones. Y sin dudar, el referente más directo que viene a la cabeza tras ver Slither es la magistral El terror llama a su puerta (Fred Dekker, 1986), donde lo que se hacía era un homenaje no sólo al propio cine de terror, sino a toda una generación: la del drive-in. En este caso, los parámetros son los mismos y lo único que cambia es el momento de la adoración. Pero pese a ello, el cine de terror se nos revela como un conglomerado de influencias mutuas. Los códigos que generan la película de terror permiten reconocer las más recónditas influencias dentro de una película como Slither. La película deviene entonces como un conglomerado de influencias más allá de una unión de plagios, conformando un cuerpo único y lógico. Podemos ver claramente en esta película a Cronenberg o La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978) en un evidente destello de postmodernidad. El relato de terror, como tal, se descompone en miles de pequeños cristales, cada uno con su propia historia. Cada película de terror genera a la vez que bebe de otras películas de terror. El género se encuentra en continuo avance (aunque a veces no lo parezca) por la mutua influencia entre sus partes. Como en Slither, el cine de terror genera un gran monstruo formado por multitud de visiones diferentes. Pero Slither no es únicamente una visión del cine de terror como una gran masa informe, sino una visión sobre la propia sociedad. Como es clásico en estas películas, el simbolismo del que viene de fuera supone la imagen de quien perturba la tranquilidad de la comunidad. Porque Slither nos alerta nuevamente de los peligros de la mentalidad única, de nuevo encontrando un mensaje contrario a nuestro querido George W. Bush. Mentalidad (y mensaje) único, que encuentran en la familia el lugar perfecto en el que anidar (nunca mejor dicho). La familia es atraída por esa mentalidad única que los convierte en seres sin mente, cuya única motivación es atraer gente a su causa. Como podemos ver en la película, familia y religión (en un momento vemos un plano explícito de un cura convertido en zombie), ayudan a engrandecer el ego (y el control) del gran monstruo. Pero podemos encontrar en los personajes principales la posible salida de esta situación. Por un lado una juventud con inquietudes intelectuales, que incluso se ve atraída por la cultura foránea (algo que debemos valorar desde un prisma únicamente americano). Por otro lado tenemos al policía, donde podemos entender la necesidad de no pecar de inocentes y de mantener ciertas medidas de seguridad internas. Y en último lugar tenemos a la maestra, mostrando que la educación cumple un papel básico dentro del futuro americano. Una lectura simple, pero ágil; inocente, pero tenaz; y que ante todo nos demuestra que el cine de terror sigue siendo un instrumento válido para revelar las dobleces ocultas de nuestra sociedad. Existe una discusión antigua sobre si el cine de terror se inicia con el expresionismo alemán y películas como El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920), pues para algunos la función de la película era social, y las formas eran accesorias. Pero tomar esa vertiente implica una renuncia explícita al papel que el cine de terror puede tener en nuestra sociedad. Reivindicar el expresionismo alemán como inicio del cine de terror supone reivindicar el propio género. Un género que, como una estalactita en una cueva, se ha ido moldeando con más tenacidad que el resto y en donde cada gota de agua ha contado, y mucho. Slither no es más ni menos que otra de esas gotas de agua de una inmensa estalactita dentro de una maravillosa caverna plagada de sombras que es el cine. Porque al fin y al cabo, el cine no es más que eso, el arte de las sombras.

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