lunes, julio 03, 2006

 

El más allá: la destrucción del terror


El concepto de cine de autor, derivado esencialmente de los trabajos de los directores franceses de la nouvelle vague, guste o no, ha calado profundamente en el mundo del cine. Como siempre, encontraremos seguidores y detractores de un concepto que vinculaba la creación cinematográfica esencialmente a un nombre, el cual se responsabilizaba globalmente de la obra. De esta manera, el nombre del director renueva radicalmente su caché, cobrando una importancia que en ciertos momentos podemos considerar como desmedida. Pero no estamos aquí para hacer un debate sobre el tema, sino para hablar de un director, que pese no hacer gala de un lenguaje cinematográfico exquisito, sin lugar a dudas lo podemos considerar como uno de los grandes autores del cine de serie zeta. Hablamos de Lucio Fulci. Conocido en el mundo del cine de terror como uno de los grandes impulsores del cine gore, Fulci cobra el valor del reciclaje, no cultural, sino de su capacidad de darle a la mierda un nuevo significado. Sus películas las podemos considerar como collages de restos, pequeñas coreografías de lo infecto y lo enfermizo, de lo delirante y lo cutre, pero que de forma magistral conducen al espectador irremediablemente por el camino de la elegía. En un contexto donde lo fantástico (el más allá) se apodera de la normalidad, Fulci elabora relatos incómodos y claramente tristes. Tras esa fachada que podría definir a Fulci como un mero charcutero del celuloide se esconde un mundo gris y abatido. Un mundo que refleja sin lugar a dudas las inquietudes de Fulci. Existe una gran bibliografía alrededor del director italiano, lo cual, más allá de la idea del fanatismo freak, nos lleva a pensar en un mensaje (o varios) detrás del celuloide. Nos habla de un director que es capaz de dejar un mensaje hasta en las películas más inverosímiles. Sin discusión, El más allá (1981) es uno de los ejemplos más emblemáticos. Con las siempre claras reminiscencias lovecraftianas, Fulci teje un relato alrededor del bien y del mal, de la luz y de la oscuridad en el que el impacto visual precede a cualquier estructura narrativa. Fulci se convierte en un pintor oscuro, que revela su realidad mediante lo grotesco. Una clara influencia serían las pinturas negras de Goya. Como decíamos, Fulci no es un mero charcutero (que en parte lo es), sino que como buen arquitecto, domina el lenguaje artístico desde sus bases. Podríamos definirlo como un peón de obra jugando a ser arquitecto. Como lo definíamos antes (por negación) es un charcutero autor. Muchos son los que han intentado seguir este camino (el más barato de todos), entre los que podemos contar al denostado Jörg Buttgereit. Y es que, el cine de Fulci parte de la carne, pero para trascenderla. Quedarse en este estadio es el error de muchos de los directores charcuteros que se han considerado artistas (o lo han pretendido).

Porque al fin y al cabo, Fulci bucea en los miedos humanos, ofreciendo no sólo esas composiciones grotescas de las que hablábamos, sino sacudiendo directamente al espectador con ellas. La escena de la bañera la considero una de las más impactantes de la historia del cine, no solo por su contexto narrativo, sino por el realismo e impacto con el que está tratada. La imagen no nos remite a una fantasía (como el tema puede propiciar), sino remite a todo lo sucio y oscuro que hay en nosotros mismos. Cuando alguien se enfrenta a Fulci, o bien ríe nerviosamente o se calla. Porque en el fondo, Fulci es consciente de que quien ve este tipo de cine está más desnudo y desprotegido que nadie y en lugar de proteger al espectador, le pega una patada en la boca. Fulci era un amante del fantástico (Lovecraft) y de los zombies. Pero en lugar de alejarlos, era consciente de que eran mundos muchos más cercanos de lo que pensamos. Como en El más allá, enfrenta a sus urbanitas personajes a un mundo donde las claves de comprensión han cambiado. La comprensión de las personas sobre su propio mundo pasa por un tipo de lectura más delirante y extrema. El mundo de El más allá es un mundo donde los muertos esperan en avanzado estado de putrefacción sumergidos en una bañera y donde las arañas devoran la cara de un (algo patoso) individuo. La lectura de lo psicotrónico que hay en El más allá no nos lleva tanto al delirio gore de un veterano director, sino que nos acerca más a la incomprensión del hombre posmoderno de sus porpias claves de lectura, especialmente de sus propios miedos. Que nos tememos a nosotros mismos es algo que demuestran películas como El maquinista (Brad Anderson, 2004) o incluso El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999), pero Fulci utiliza además elementos del terror gótico (que podemos considerar el terror de toda la vida) deconstruyéndolos. Es, en definitiva, la consumación de la nouvelle vague del cine de terror: la autoría en el género. Porque Fulci, al igual que Sergio Leone, destroza el clasicismo en el terror y sin separarlo del elemento fantástico, en El más allá nos propone una lectura donde el hombre se ve atrapado por su propia oscuridad. Al igual que la chica ciega, el espectador actúa ciegamente como puente entre dos mundos: ficción y realidad; clasicismo y ruptura. Ese es el pesimista trazado que nos marca Fulci al abandonar a sus dos protagonistas en un lugar árido y desconocido repleto de cadáveres. Una pintura clásica que simboliza el rumbo perdido del cine de terror y las víctimas que ha dejado por el camino (Drácula, Frankenstein…). Un mundo que exige de los directores nuevos caminos y de los espectadores nuevas expectativas.

Comments:
Viendo este trailer de El más allá en su delicioso formato original, no puedo sentir más rabia por no haber conseguido ver todavía ésta una de mis pelis preferidas (y no me refiero sólo de Fulci) de esta manera. Recuerdo que cuando intenté hacerme con una de esas generosas copias pseudo-remasterizadas de Mondo Video, sólo pude conseguir la de Aquella casa al lado del cementerio, lo cual, después de todo, fue una experiencia fantástica (por fin disfruto de esta pequeña maravilla fulciana como es debido, y es que esas escenas nunca vistas, que en españa nos privaron en el momento de su estreno, le quitan el hipo a uno). Esperemos que alguna casa de video inteligente nos haga un favor y edite pronto un buen número de pelis de Fulci, que a excepción de Colmillo blanco y Nueva york bajo el terror de los zombis (recordemos, por mal que nos pese, la otra peli de Fulci editada en españa: Murder by rock), en nuestro país se le está haciendo muy poca justicia a ese todoterreno romano que amaba el cine y las vísceras.
 
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